Desde su llegada, el "caballo alado" de El Trece fue buscando un rumbo propio que marcara un sello, algo fundamental a la hora de pensar en buenos resultados. Con una gran cantidad de programas donde participantes y jurados se agolpan, Soñando por cantar encontró un camino donde la emoción movía la aguja y la identificación con el participante jugaba un rol protagónico. Con esta impronta en el bolsillo y un estilo bien definido desde Mariano Iudica pasando por los jurados, el ciclo se transformó en la carta ganadora de la emisora.
Después de entrar en un descanso necesario, las finales del programa llegan en un verano complicado donde los bajos números no escapan a nadie y más aun el formato de reality parece agotado con dos ciclos que no terminan de encajar sufriendo una variedad de cambios de horario.
No obstante, el desembarco de Soñando por cantar cuenta con un plus, el certificado de haber sido elegido y la empatía con quienes fueron los ganadores de todo el país en un certamen federal. Si a esto se suma la química del jurado que supo encastrar con la onda del programa, el "caballo alado" de El Trece cuenta con los pergaminos para una segunda apuesta en formato de finales.
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